Tú no la conoces, pero ella a ti sí

El fenómeno literario del año, presumiblemente del siglo, con un récord de ventas que ha superado al del Sr. Grey, recomendado por celebridades como Gwyneth Paltrow, alabado por el mismísimo Stephen King y con una adaptación a la pantalla grande cocinándose en este momento; en fin, todo parece indicar que La chica del tren es un thriller más bueno que faltar un lunes al trabajo y que te paguen.

No obstante, yo no supe nada nada de esta novela hasta llegó a mis oídos gracias a la sugerencia de una amiga, una amiga que en su momento me dijo entusiasmada que los libros del mencionado Christian Grey estaban buenísimos…

Esto podría desairar a más de uno, pero mis amigos no son muy lectores que digamos y el hecho de que alguno mencione la palabra libro en una conversación casual parece más una señal del apocalipsis, así que a veces me siento con la obligación de al menos echarle un vistazo a lo que sea que me recomienden. Además, la novela en cuestión está respaldada por un montón de buenas críticas, de modo que, aunque la apreciación de mi amiga por la lectura de calidad me inspiraba cierta desconfianza, dije ¿Por qué no?

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• Título: The girl on the train (La chica del tren)
• Autor: Paula Hawkins
• Año de publicación: 2015
• Género: domestic noir, misterio, thriller
• Editorial: Planeta

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No suelo hacerle el feo a los bestseller. Sé que es bastante raro encontrar una maravilla literaria entre los títulos que se venden como pan caliente, pero que algo le guste a todo el mundo no necesariamente lo convierte en basura. Es más, tengo la teoría de que los bestseller se ganan tanta crítica negativa por las grandes expectativas que se ponen en ellos; digo, si vemos que cierto libro tiene mucho éxito es obvio que supongamos que se trata de senda obra maestra, pero cuando al leerlo nos resulta simplemente entretenido es normal que nos llevemos una tremebunda decepción.

Pero esta vez voy con ventaja, porque un libro recomendado por alguien que considera a 50 Shades of Grey como buenísimo (y aclaro que no tengo nada en contra de Grey) me tenía con las expectativas muy cercanas al cero.

En fin, en La chica del tren tenemos como protagonista a Rachel, una treintañera alcohólica que se encuentra atravesando una difícil crisis personal: la pobre ha perdido el trabajo, se la pasa lamentando su divorcio, vive prácticamente de la buena voluntad de una antigua compañera de universidad y por si fuera poco, está demasiado deprimida como para remediar su vida. Una fracasada, vamos.

Aún con todo, se esfuerza por mantener el riguroso hábito de abordar cada mañana el tren de las 8.04 para ir a Londres, ya que cuando el tren se detiene en la luz roja ella puede deleitarse mirando a Jess y Jason, una adorable pareja que vive junto a las vías y con quienes Rachel ha quedado fascinada, pues aunque no les conoce, le parece que representan su idea de matrimonio perfecto, todo lo que siempre quiso y le fue arrebatado, sin mencionar que al fantasear sobre sus vidas se olvida por un momento de sus problemas. O sea, además de fracasada, voyerista.

Pero un día Rachel advierte algo inusual en el comportamiento de Jess y Jason justo antes de que una tragedia les ocurra y ella cree tener la única pista que podría ayudar a resolver el caso. Si es que logra recordarla, porque desayunarse unas cuantas latas de gin-tonic todos los días definitivamente no es bueno para la memoria, además ¿Cómo le explicas a la policía algo que creíste ver mientras estabas ebrio?

A la autora le encantan los trenes

Con una premisa que recuerda vagamente a La Ventana Indiscreta de Hitchcock, la autora nos sumerge en un misterio lleno de incertidumbre y suspense que va aumentando gradualmente, ya que al tener a una protagonista que sufre de lagunas mentales, el lector se verá obligado a buscar junto con ella las piezas faltantes del rompecabezas de su memoria (aquí no vale el «si no me acuerdo, no pasó»). Claro que la autora también se vale de un buen número de giros argumentales y de un sustancioso catálogo de sospechosos para elegir, descartar y volver a elegir, lo que sin duda mantendrá nuestra mente ocupada, puesto que a medida que se desvelan las incógnitas será inevitable dudar de aquel que nos parecía inocente y viceversa.

Al estar narrada en primera persona no solo por Rachel, sino por otras dos mujeres relacionadas con el caso, la novela nos ofrece de manera intermitente diferentes puntos de vista, algo que facilita y agiliza la lectura. Así pues conoceremos el pasado, el presente, los sentimientos y desequilibrios de estas tres mujeres de manera directa y con gran detalle, con lo que no solo nos será más fácil entender sus acciones, sino que nos permitirá sacar nuestras propias conclusiones después de leer la versión de cada una respecto a un mismo evento.

Como buen domestic noir (género literario que ha cobrado popularidad últimamente y del que pueden saber más aquí), el suspenso no solo radica en descubrir al culpable, sino que juega con la idea de corromper un entorno de confianza con sospechas, infidelidad, celos y mentiras; nos muestra la aterradora posibilidad de que aquella persona a quien mejor creemos conocer —a nuestra pareja en especial— tiene un peligroso secreto que tratará de esconder a cualquier precio. Aquí nadie es quien aparenta ser, de modo que, sin muchas pretensiones, la autora también incita al lector a tratar de averiguar la verdadera personalidad de cada uno de los personajes y sus intenciones. 

Debo decir que tengo sentimientos encontrados con esta novela. Admito que se trata de una lectura atrapante, una de esas con las que cuesta separarse de sus páginas, pero solo después del primer tercio del libro. Tiene un inicio inusualmente lento y nos aburre demasiado con la rutina diaria de Rachel antes de que suceda algo verdaderamente interesante (además de que, para ser de misterio, la novela tiene al departamento de policía más incompetente que yo haya leído jamás), sin embargo una vez superado ese obstáculo la historia se torna lo suficientemente intrigante como para devorar el resto sin problemas.

Si bien la narración en primera persona suele ofrecer cierto grado de cercanía entre el lector y el protagonista, en esta ocasión no conseguí conectar con ninguna de las narradoras, ya que aunque el argumento está bien estructurado, es difícil que algún lector empatice con ellas. En realidad no tengo nada en contra de Rachel (en cierta forma, su comportamiento es entendible), pero me pareció un tanto sosa, llorona y sin muestras de evolución personal como para tener el protagónico, mientras que considero que otra de las narradoras tenía más potencial del que se mostró en los pocos capítulos que le dedicó la autora. (Sí, Anna, creo que estabas mucho más turbada de lo que nos dejaron ver). No obstante, aunque todos los personajes aquí son depresivos, bebedores, mentirosos, agresivos y paranoicos, están bastante bien construidos y su desempeño dentro del argumento es más que aceptable.

Por otro lado, la novela logra generar curiosidad, confusión y perplejidad (puede que se deba a que no soy la gran detective, pero tuvo momentos que no me esperaba para nada), cuenta con una prosa accesible y consigue mantener el interés la mayor parte del tiempo, sin embargo después de tanta intriga, tanto sospechoso y tanta paranoia uno esperaba un final más… sorprendente, y el que la autora le dio se quedó bastante corto. Una vez revelado el misterio el argumento pierde atractivo y las últimas páginas prácticamente se leen por inercia.

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Como sea, para leer La chica del tren conviene llegar con la idea de que no es la novela del año y mucho menos una obra maestra del misterio, aunque una vez superado ese prejuicio en realidad resulta bastante entretenida. No ofrece el argumento más inteligente y probablemente para los más veteranos en el mundo del thriller pasará sin pena ni gloria, pero si les gusta el juego del gato y el ratón, los personajes complejos y se divierten tratando de descubrir al verdadero culpable, esta novela resulta ideal para pasar un muy buen rato.